Dra. Sheena Josselyn
Profesora University of Toronto & Hospital for Sick Children
Becaria Postdoctoral Yale University and UCLA
PhD en Neurociencia University of Toronto
Translated by Omaris Vélez Acevedo
Cuando a la Dra. Sheena Josselyn le preguntan cuál es su plan para los próximos cinco años, su contestación es simple: “¡Solamente seguir hacia adelante por cinco años!” Sus metas giran en torno a permanecer interesada e involucrada, con lo que encontró su camino hacia la neurociencia. Cuando era estudiante subgraduada en Queens University, se encontraba bajo la rama de pre-medicina. Fue ahí cuando se matriculó en un curso de psicología para completar los requisitos de su grado. Tan pronto su profesor comenzó a hablar sobre la función del cerebro, ella quedó completamente cautivada. En esa clase, se dio cuenta que el cerebro era como un gran rompecabezas, así que hizo un cambio de estudios a psicología para comenzar a entenderlo.
Luego de graduarse, Sheena buscó combinar los mundos de práctica clínica y ciencia básica, ayudando a las personas mientras trabajaba en resolver el rompecabezas del cerebro en el laboratorio. Se quedó en Queens University para obtener una maestría en psicología clínica, estudiando alimentación y comportamiento en ratas mientras también veía pacientes junto a psicólogos registrados. Al final, decidió obtener un grado doctoral en psicología y neurociencia de la Universidad de Toronto, donde continuó estudiando alimentación y comportamiento. Aunque el programa no tenía un componente clínico explícito, ella no paró de ver pacientes y buscó trabajo clínico aparte de su investigación en el laboratorio. Durante el transcurso de su doctorado, ella propició sesiones de terapia grupales ambulatorias en el Clark Institute of Psychology en Toronto. Aquí, trabajó con asuntos de reincidencia y recaída en poblaciones de agresores sexuales.
A finales de su PhD, Sheena comenzó a sentirse desgastada de hacer investigación con roedores. “¡Quería un trabajo donde me pudiera hacer una manicura!” ella bromea, aludiendo al horario exigente requerido para realizar investigación básica (al igual que la necesidad constante de utilizar guantes que tapan tus uñas). Se quedó en el Clark Institute of Psychology para hacer un trabajo postdoctoral transicional de un año, donde trabajó con diferentes poblaciones, pero se enfocó primariamente en evaluar agresores sexuales en libertad condicional. La experiencia fue intensa, “ Yo [inicialmente] me visualizaba como Clarisse de Silence of the Lambs”, ella recuerda. “Yo era Jodi Foster, y tenía que emparejar mi ingenio con estos genios malvados.” Al principio, la experiencia de veras era desafiante, pero al final, se sentía aburrido. Nunca conoció a los genios malvados que pensó conocer, en vez, reconoció que el componente que la emocionaba tanto sobre el cerebro estaba ausente: en este entorno, no había un rompecabezas para resolver. Ella decidió dejar atrás las manicuras y regresar al laboratorio.
El segundo posdoctorado de Sheena fue en el laboratorio de Mike Davis en Yale. Aunque le encantaba Yale y estaba muy emocionada de ser parte de de su comunidad científica vibrante, el laboratorio estaba preparándose para mudarse a Atlanta, y Sheena se dió cuenta que su interés en ganar conocimiento molecular se alineaba mejor con el trabajo de Alcino SIlva en UCLA. En ese momento, su novio (quien luego se convertiría en su esposo) también estaba tomando un puesto en UCLA. La confluencia de estos eventos la motivó a mudarse a LA y hacer la transición a su tercer postdoctorado en el laboratorio de Silva, donde estudió engramas de memoria en ratones. Sheena describe engramas simplemente como “una parte del cerebro muy importante para la memoria”. Específicamente, el laboratorio de Silva miraba el grupo de neuronas que están activas tanto cuando ratones están aprendiendo algo y cuando recuerdan esa memoria. El laboratorio encontró que al silenciar estas células justo antes de incitar a los ratones a recordar una memoria impedía a los ratones de poder hacerlo, mientras que activar estas células artificialmente hacía parecer como si los ratones estaban recordando la memoria de manera espontánea.
Mientras ella estaba emocionada por su trabajo, “nadie más realmente lo estaba”. En ese momento, había controversia en el campo sobre si había valor en estudiar engramas. Esta fue la primera exposición que tuvo Sheena al lado político del campo de la neurociencia: además de estar en la búsqueda de los mecanismos subyacentes en engramas, ella y su laboratorio tenían la tarea de simultáneamente convencer al campo que este tema merecía ser investigado. Su estrategia era simplemente continuar trabajando, y al final valió la pena. Mientras aún hay un poco de debate sobre engramas, el campo se ha expandido a incluir una nueva generación de neurocientíficos estudiando este aspecto de la memoria.
El propio laboratorio de Sheena continúa trabajando con engramas y memorias, pero se enfoca en el componente de memoria de uso de sustancias. Cuando los ratones están expuestos a cocaína solamente una vez, lo encuentran tan recompensante que comienzan a asociar la ubicación de su exposición inicial a una sensación de recompensa. El laboratorio de Sheena encuentra que silenciar el engrama en la amígdala correspondiente a esta experiencia inhibe esta asociación. Ella señala que solo porque silenciar una región del cerebro es suficiente para eliminar el recuerdo, no significa que el resto de la red no esté afectada. En vez, ella ve la amígdala cómo un nodo clave en la red de regiones del cerebro que están involucradas en el aprendizaje emocional.
Cómo profesora, Sheena reconoce que su concepción durante escuela graduada de profesores “no ser personas reales” está lejos de su realidad laboral. Ella en algún momento pensó que el mundo entero de un profesor giraba en torno a escribir y hacer ciencia. Con un esposo, una hija de once años y una vida fuera del laboratorio, ahora equilibra mucho más que solamente su investigación. Durante el principio de su tiempo como profesora y madre nueva, ella y su esposo, también un científico en la universidad de Toronto, a menudo llevaban a su hija al trabajo y a conferencias con ellos. Ahora, Sheena intencionalmente trata de compartimentalizar: “No le doy informes de progreso a mi hija y no le pregunto a mis estudiantes graduados si necesitan una merienda por las tardes”, explica. También reconoce que esto puede ser difícil, y que algunas veces pueden ser más retantes que otras. Su mayor reto ahora mismo es mantener los platos girando a través de la pandemia de COVID-19 mientras trata de seguir adelante con su propio trabajo. También trata de asegurarse que sus aprendices no estén hiperconcentrados en productividad, y en vez, estén cuidándose. En última instancia, ella siente que es su trabajo asegurarse que todos sientan el apoyo que necesitan.
Cuando Sheena mira el campo como un conjunto, se siente emocionada de ver las distintas maneras en que las mujeres y otros grupos menos representados en la ciencia están apoyando y convirtiéndose en líderes ellos mismos. Aunque la diversidad en roles de liderazgo no está avanzando tanto como ella quisiera, Sheena cree firmemente en alterar la cultura académica dominante “masculina, pálida y frágil” para seguir guiandola en una dirección más equitativa. Como una mujer brillante de las mejores en su campo, Sheena es un ejemplo destacado en forjar el camino para la próxima generación de neurocientíficos subrepresentados.