Dra. Alison Barth
Profesora Departamento de Ciencias Biológicas y Centro para las Bases Neurales de la Cognición, Universidad Carnegie Mellon
Becaria postdoctoral Facultad de Medicina, Universidad de Standford
PhD en NeurobiologíaUniversidad de California, Berkeley
Translated by Yolanda Gomez Galvez
Hace unos años, la prominente neurocientífica Dra. Alison Barth tomó un paso inusual en su carrera, aprendiendo a tocar el violín. Si bien ver a sus hijos tocar el violón fue una fuente de inspiración para su emprendimiento musical, otra inspiración fue de naturaleza más científica. Su laboratorio en la Universidad Carnegie Mellon estudia cómo la experiencia - particularmente el aprendizaje - modifica el cerebro, y por eso para Alison tocar el violín es tanto un experimento como un pasatiempo. Se maravilla de lo enormemente difícil que es y, todavía, practicando diariamente, puede oírse a sí misma mejorar progresivamente. ¿Cómo es capaz de hacer eso? Es una antigua pregunta de la neurociencia cuya respuesta sigue siendo difícil de resolver, pero Alison está decidida a llegar al fondo de la cuestión.
Aunque la fascinación de Alison por el aprendizaje es la pieza clave de la investigación de su laboratorio, es sólo una de las innumerables curiosidades que la han impulsado a emprender una carrera científica. De hecho, recuerda haber estado interesada en la percepción extrasensorial desde los 7 años y haber ideado un experimento para probar su capacidad de “leer la mente” con sus amigos. Si bien esa fascinación infantil presagiaba un interés futuro por la neurociencia, las cuestiones relacionadas con la evolución y la antropología estaban en un primer plano en su cabeza en el momento en que postuló a las escuelas de posgrado. Aunque finalmente decidió centrarse en la biología para su trabajo de posgrado en la Universidad de California - Berkeley, todavía no estaba segura de qué quería estudiar. En lugar de fijar su mirada en una línea particular de investigación, siguió sus curiosidades. Esto la llevó a unirse a un laboratorio de inmunología que recientemente había descubierto la recombinación genética en el cerebro. Alison estaba fascinada por ese fenómeno, pero no estaba específicamente interesada en el cerebro, al menos no todavía. Sin embargo, a medida que profundizaba en su trabajo, se fue sintiendo cada vez más cautivaba por estudiar el cerebro. Finalmente decidió cambiar de laboratorio para centrarse completamente en la neurociencia y se unió al laboratorio de un nuevo miembro de la facultad, el Dr. John Ngai, estudiando la expresión de los receptores olfativos en el pez cebra. Si bien la transición de laboratorios y ser parte de un laboratorio nuevo presentó una serie de desafíos, ella “profundizó” y pasó a identificar nuevos principios de desarrollo sobre cómo se expresan los diferentes receptores odorantes en las neuronas olfativas.
Mientras terminaba su doctorado, se sintió particularmente atraída por el campo de la plasticidad sináptica y las cuestiones relacionadas con el aprendizaje. Con el deseo de avanzar hacia esa área de investigación y ampliar su experiencia técnica más allá de la neurociencia molecular, decidió estudiar fisiología sináptica para su postdoctorado en el laboratorio del Dr. Robert Malenka en Stanford. Si bien descubrió que los resultados inmediatos de los experimentos de electrofisiología eran extremadamente gratificantes y se adaptaban mejor a su personalidad que los experimentos de biología molecular de sus años de posgrado, su experiencia postdoctoral aún enfrentaba algunos nuevos obstáculos. Se volvió muy consciente de las expectativas injustas que a menudo se imponen a las mujeres - no ser ni demasiado reservada ni demasiado abierta, por ejemplo - lo cual crea un molde restrictivo de la “forma correcta” de ser neurocientífica en el que ella simplemente no encajaba.
Tener un bebé durante su posdoctorado también presentó nuevos desafíos. Alison tuvo un embarazo difícil en el que se sintió constante y miserablemente enferma, e incluso cuando la enfermedad se disipó después del nacimiento de su hijo, el agotamiento y la inestabilidad financiera tomaron su lugar. Durante este momento estresante, Alison se volvió excepcionalmente intencional en la forma en que pasaba su tiempo, y esto la llevó a ser más audaz y tener menos miedo de fallar. Además, la presión financiera para mantener a su familia le motivó especialmente para encontrar su próximo trabajo. Consideró muchos trabajos diferentes: industria, política científica, enseñanza en la escuela secundaria, incluso el ejército, así como convertirse en profesora de investigación. Si bien no confiaba completamente en su capacidad para tomar el último camino, descubrió que tenía más éxito en esas solicitudes de empleo y que, en última instancia, la perspectiva de iniciar su propio laboratorio era la que más le atraía. Aún así, reflexiona, “tenía absolutamente la sensación de que iba a hacerlo por un tiempo y ver cómo funcionaba - no iba a renunciar, esperaría a que la gente me despidiera - pero ¡estaba totalmente lista para ser valiente porque no me importaba si no funcionaba!”
Pero funcionó: Alison es ahora profesora Maxwell H. y Gloria C. Connan de Ciencias de la Vida en la Universidad Carnegie Mellon, donde ha dirigido su propio laboratorio durante casi 20 años. El primer proyecto en su naciente laboratorio fue caracterizar un nuevo ratón transgénico que había desarrollado al final de su posdoctorado: el ratón "fosGFP", que era la primera herramienta de este tipo para marcar (con proteína verde fluorescente, GFP) y visualizar neuronas llevando a cabo plasticidad en un animal vivo. Fue justo en su penúltimo día en Stanford que verificó por primera vez la presencia de expresión de GFP en sus ratones, e inmediatamente presentó una patente provisional antes de retomarla y mudarse a Pittsburgh. Cuando empezó a caracterizar a estos ratones con mayor profundidad en su propio laboratorio, quedó claro que iban a ser una herramienta extraordinariamente útil para los experimentos sobre plasticidad dependiente de la experiencia y el aprendizaje que ella quería hacer. Con este descubrimiento, el laboratorio de Alison se puso manos a la obra y realizó importantes descubrimientos sobre las funciones de los diferentes receptores de glutamato en el fortalecimiento sináptico y otros mecanismos importantes de la plasticidad dependiente de la experiencia. Desde entonces, su laboratorio se ha centrado más en el estudio del aprendizaje, experimentando con nuevas formas de automatizar el entrenamiento de animales y evaluando los cambios dependientes del aprendizaje en los circuitos corticales. Esta nueva línea de trabajo es extremadamente emocionante para Alison, ya que muchas de las cuestiones relacionadas con el aprendizaje que están abordando implican interrogar al cerebro desde el nivel de moléculas individuales y sinapsis hasta grandes poblaciones de neuronas.
A Alison le encantan las preguntas interesantes y los datos excitantes. Si bien se describe a sí misma como impaciente y demasiado emocionada, ha llegado a aceptar los atributos únicos que la convierten en la científica que es. Entre risas, recuerda: “Hubo momentos en los que obtuvimos algunos datos y me emocioné tanto que no podía dormir”. Hoy, como líder de su propio grupo de investigación, le gusta compartir ese entusiasmo con la gente de su laboratorio. Aunque su amor por las preguntas interesantes de todo tipo la llevó por un camino un tanto sinuoso hacia la neurociencia, su apasionada curiosidad por la ciencia siempre la ha impulsado hacia adelante. Aún así, incluso desde los primeros días de su laboratorio, siempre se ha adherido estrictamente a jornadas laborales de ocho horas para asegurar tiempo para su otra gran pasión: ser madre. Y cuando no está en el laboratorio o con su familia, es posible que se la encuentre practicando con su violín, experimentando de primera mano los mismos cambios en su cerebro que su laboratorio nos está ayudando a comprender.