Dra. Huda Akil
Professor & Co-Director Molecular and Behavioral Neuroscience Institute, University of Michigan
Postdoctoral Fellow Stanford University
PhD in Psychobiology University of California, Los Angeles
Translated by Sabrina Santos
La Dra. Huda Akil recuerda perfectamente el día en el que decidió ser neurocientífica. Estaba estudiando su maestría en American University of Beirut y buscaba un artículo para su clase de psicobiología. Al encontrar un estudio del Dr. James Olds en el que describe cómo las ratas se abstienen de comer y dormir con el fin de presionar una palanca que inducía estimulación en el cerebro, quedó fascinada. Comenzó a leer todos los escritos del Dr Olds y de otros estudiosos acerca de cómo el cerebro procesa las recompensas. Esa noche, al salir de la biblioteca, estaba decidida a dedicar su vida a estudiar el cerebro.
Aunque puede precisar el momento exacto en el que se enamoró de la neurociencia, comenta que su interés y curiosidad ilimitada por las ciencias vivía en ella desde pequeña. Su niñez en Damasco, Siria estaba llena de curiosidades; se hacía constantemente preguntas sobre el mundo que la rodeaba. Tenía la dicha de que su padre, un psicólogo educativo, siempre estaba dispuesto a responder todas sus preguntas. “Era un buen padre. Se tomaba esas preguntas seriamente.” recuerda Huda con mucho cariño. Huda estaba interesada en cómo piensan los humanos, siempre había visto el lenguaje como una ventana a la mente, por lo que decidió hacer un grado en psicolingüística. Pero, fue esa noche en la biblioteca que su perspectiva cambió completamente: comprender el lenguaje era un resultado de comprender el cerebro no al revés. Entonces Huda continuaría haciendo una contribución significativa a nuestro conocimiento del funcionamiento del cerebro, en específico, su capacidad de suprimir el dolor.
Después de completar su maestría, Huda solicitó programas de posgrado en psicobiología en los Estados Unidos (ya que la “neurociencia” como campo aún no era común). Finalmente, aterrizó en el laboratorio del Dr. John Liebeskind en la Universidad de California, Los Ángeles. Este se centraba en el dolor neuropático, aquel que no surge de un estímulo periférico. Huda y otro estudiante postgraduado se propusieron estimular distintas regiones cerebrales en ratas, tratando de provocar una respuesta de evitación que indicara dolor. Al mover su electrodo estimulante, golpearon un área que no causó evitación, sino que pareció aliviar el dolor. Como suele ocurrir en la ciencia, este resultado inesperado alteró el curso de su proyecto de tesis. En última instancia, impulsaría su carrera académica y abriría un nuevo campo de la neurociencia.
Luego de hacer varios experimentos de seguimiento, tuvo otro descubrimiento por coincidencia. Le mencionó estos resultados de manera casual a un profesor destacado en el área de farmacología describiendo cómo su protocolo de estimulación cerebral tenía un efecto similar al de la morfina. El profesor se interesó mucho y le sugirió que comparara de manera directa la estimulación con la administración de morfina. Esta conversación casual le dio un cambio a la dirección del proyecto, Huda decidió seguir el consejo del profesor y comenzó a comparar la estimulación cerebral con la morfina. Descubrió que ambos métodos no tan solo produjeron efectos de comportamiento similares, sino que los efectos de ambos fueron inhibidos por la naloxona (la cual bloquea los receptores opioides). Este resultado impactante significó que la estimulación estaba haciendo que el cerebro liberara una sustancia que actuaba a través de la misma vía que la morfina. Esta fue la primera evidencia fisiológica de que el cerebro poseía endorfinas endógenas. Esta evidencia revolucionó el campo de la neurociencia.
Huda decidió hacer un postdoctorado en la Universidad de Stanford con el Dr. Jack Barchas, se unió a un laboratorio donde podría complementar su conocimiento de estimulación neuronal con ensayos bioquímicos. El grupo de Jack no estudió endorfinas, por lo que Huda fue pionera en una rama completamente nueva del laboratorio Barchas. Se auto enseñó cómo producir anticuerpos contra endorfinas y llevó a cabo ensayos para comprender las propiedades cinéticas y farmacológicas de las mismas. Como estudiante de posgrado, trabajó en colaboración con su esposo, el Dr. Stan Watson, un neuroanatomista, para mapear visualmente la actividad de las endorfinas en el cerebro. Cuando su primer dato fascinante coincidió con el nacimiento de su primer hijo, se dieron cuenta de que no podrían viajar a una próxima conferencia para presentarlo. Por capricho, se contactaron con uno de los oradores de la conferencia, el Dr. Floyd Bloom, para preguntarle si podían enviarle algunas diapositivas de datos para agregar a su presentación. Después de la conferencia, comenzaron a recibir llamadas telefónicas de felicitaciones. Incluso Floyd, un científico establecido y uno de sus colegas más competitivos en el campo, quedó tan impresionado al ver sus datos que los presentó en lugar de los suyos, dando todo el crédito a Huda y Stan. Incluso en su ausencia, sus datos hablaban por sí mismos.
Luego de un postdoctorado sumamente exitoso y productivo, Huda comenzó su laboratorio en la Universidad de Michigan. En un giro de destino increíble, tomó control de un espacio de laboratorio que pertenecía anteriormente a James Olds, quien en aquella biblioteca mediante sus estudios y descubrimientos inspiró a Huda a estudiar neurociencia. Ahora co-dirige el Instituto de Neurociencia Molecular y del Comportamiento Interdisciplinario, que actúa para fomentar la colaboración entre científicos con antecedentes y perspectivas distintas, colaboraciones e interacciones que ella cree que pueden ser transformadoras. El liderazgo es un tema claro a lo largo de todas las cualidades de Huda. Además de dirigir un instituto, se ha desempeñado como presidenta de dos organizaciones científicas importantes, la Sociedad de Neurociencia (SfN) y el Colegio Americano de Neuropsicofarmacología (ACNP). El liderazgo de Huda ha dejado una huella duradera. Como presidenta de la SfN, luchó por la paridad en la salud mental, argumentando ante el Congreso que los trastornos mentales deberían tratarse como trastornos físicos en el contexto de la cobertura del seguro. “Existe una sociología en la ciencia que a veces es tan importante como la ciencia misma”, comenta Huda. A lo largo de su carrera, Huda se ha sentido conmovida por sus interacciones con aquellos que luchan con la salud mental y sus seres queridos, especialmente aquellos que la miran a ella y a otros científicos como la última fuente de esperanza.
El dirigir un instituto y un laboratorio, mantiene a Huda sumamente ocupada, algo que le encanta. Estos roles le brindan la oportunidad de crear la subcultura de apoyo y sentido de familia que fue tan importante para ella cuando era una joven científica inmigrante. Sin embargo, si finalmente reduce sus deberes administrativos, a Huda le encantaría redirigir su energía a comunicar la importancia de la salud del cerebro. La salud del cerebro a menudo sólo recibe atención cuando se ve comprometida, pero se puede hacer mucho para promoverla fuera del contexto de la enfermedad. Huda comenta que le encantaría que la generación más joven de neurocientíficos defendiera esta causa. Si la pasión y el impulso de alguien pudieran inspirar a una generación de científicos a luchar por la salud cerebral, serían los de Huda.